Recientemente tuvimos un encuentro en la 3ª
fase. No sonaba nada parecido a John Williams pero el efecto fue casi
parecido.
Volvíamos a Ourense después de
dos años tras nuestro anodino último concierto en la Sala Auriense. Digo anodino por
las sensaciones que se pegaron a mis dedos aquella noche. Sonido viscoso,
desvirtuado. Tocas pero no te sientes a gusto. Las tablas te permiten con el
tiempo ignorarlo poniendo buena cara al mal tiempo.
Si existe el azar y las
posibilidades, la noche pasada en la
Sala el Sótano reventamos la banca. Cuerdas rotas, poltergeist
en el bajo y en la voz. Tuvimos que parar en dos temas, bueno…uno lo acabamos
sin guitarra. Que en medio de unos temas la voz desaparezca sin motivo aparente
tampoco nos extrañó. En fin, una serie de cosas que jamás nos habían ocurrido
seguidas y en el mismo concierto.
De todo se aprende. Pusimos nuestras mejores
sonrisas y terminamos con la mayor dignidad posible haciendo que el público al
menos se fuera para casa con la sensación de no haber tirado con el dinero.
Nada que reprocharnos. Cada vez tenemos las espaldas más anchas. El público entendió a la perfección lo que pasaba notando nuestro esfuerzo para mantener a flote el barco.
Lo duro viene después, camino a
casa en la furgo. Piensas en lo que fue, en lo que no fue. Piensas en tus
errores. Al final desechas todo. Te concentras en mantener el coche en la
carretera, llegar a casa, apagar la radio, dormir.
Te acuestas pensando en como tocaste
en una sala que estaba al lado justo, ni 50 metros de un festival
al aire libre homenaje a ACDC, gratuito. Ourense. 26 grados de noche. Cierras
los ojos sonriendo.
Hay noches en las que todo está destinado a reventar la banca.
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