viernes, 17 de julio de 2015

No importa



Hace una semana cerca de mi casa hubo una fiesta popular. El primer día de noche, actuaron bandas de rock duro, heavy. Hubo gente que protestó. No lo entiendo les dije. Tienen derecho a tener su espacio. Se lo curran para ello. ¿Todo tiene que pasar por orquestas y pachanga? Después pon Cadena Dial si quieres y pregúntate si esos grupos tan molones tuvieron su primera experiencia en fiestas parecidas.

Escribir estas palabras me produce una sensación amarga. Son muchos años que llevamos metidos en esto de la música. Estos años me han enseñado que importan una mierda lo bueno que seas como músico (no es mi caso), que importa una mierda que la música que hagas con tu banda sea un truño (viva la riqueza de la lengua) o no, que poco importa que seas guapo o guapérrimo. La música en sí misma al final no deja de ser política. Todo acto humano es político. Seas onanista o no al final tienes que llevarte bien con los demás, incluso contigo mismo.

Mi autoestima sigue en un punto de equilibrio sano por suerte. Es decir, me importa muy poco los palos que la banda ha recibido este año. Ojo, me importan muy poco porque detrás de ellos solo veo política y pocas razones que ataquen a la esencia misma de la banda, su música. Respetando los gustos dispares de nuestra sociedad aquellos que nos han ignorado por omisión o por sencilla falta de aprecio por nuestra propuesta solo me transmiten una falta de educación importante. No importa. No tenemos nada que ofrecerles (hoy) y ellos seguramente nada que ofrecernos (mañana). Aún en ese caso, si se dieran las circunstancias para volver a contactar en el futuro nuestra respuesta sería educada. “Contigo no trabajo ni de coña porque me has demostrado lo poco profesional y persona que eres”. Directo sí, clarito. Revancha dirás. No. Ser consecuente. No es lo mismo.



Escucho a muchos decir que “la política no vale para nada, no importa”. Parvo, eres parvo si piensas eso. La política es necesaria. No la veas como aquella lejana a nosotros, de traje y sobres B / C. Me refiero a la política de calle. A la que hace conectar a las personas y con ello a sus propuestas. Da igual que toques con un dedo y tus gritos atraigan a las gaviotas como si de una película de Hitchcock se tratase. Aunque fuera así, sinceramente, lo respetaría porque no soy quien de juzgar la propuesta de uno u otro. Me podrá gustar o no pero ahí me quedaría. El problema es otro bien distinto. El problema viene por el sectarismo endofágico.

Te preguntarás el motivo de este desvarío. Sencillo. Quitando honrosas excepciones de nuestra comunidad, tocar, llevar al público nuestro disco es sencillamente complicado. Si no tienes promotora, manager o a Tony Montana de padrino, tocar rock en nuestra comunidad nos ha resultado difícil. Repito, hay excepciones. Gente profesional que lleva mucho tiempo en esto y que nunca nos han dicho que no. A todos ellos que nos conocen mil gracias. Eternamente agradecidos.

Pero por otro lado nos encontramos con otros que independientemente de nuestra propuesta se mueven por otras cuestiones. El negocio es el negocio. Eso lo entiende cualquiera. Ahora bien, los grandes grupos / autores nacionales o internacionales no han surgido por suerte solo de “Operación triunfo”. Esos grupos comenzaron desde abajo como nosotros, empeñando dinero hasta donde no te puedes imaginar. El tiempo y la ilusión son gratis. Parece que muchos que están metidos en la “escena” han olvidado esto.

La apuesta por las bandas de aquí, conocidas por muchos, está llena de piedras. Todo te lo tienes que currar tú. No hay apoyo de ningún tipo salvo el que surge del hermanamiento entre ellas. Hemos tocado con infinidad de bandas de todo tipo de estilo. Eso no importa porque nos une la música. Hemos tocado con gente de diferentes lugares y no ha habido ni barreras idiomáticas ni de otro tipo porque nos une la música. Sin embargo, ya aquí, en el planeta Galicia te encuentras con centenares de barreras que tienen a la música como telón de fondo pero que en realidad se resumen en la política de calle de la que os hablaba anteriormente. Caer bien a unos u otros.

Os pondré un ejemplo aunque no guste. Teníamos una fecha para un bolo al aire libre. Finalmente no se celebrará porque según la organizadora cuyo nombre prefiero omitir dice que “somos muy duros”. Que te digan esa memez cuando no eres precisamente un Slipknot de la vida tiene su guasa. Lo curioso es que hace unos años tocamos en ese mismo lugar con gran éxito de público. Parece ser que el gusto musical de Vigo se ha suavizado en este tiempo o es que no hemos sido diplomáticos (desde la ironía).

No importa que te rechacen en un garito para tocar. Si lo hacen con educación y con claridad se digiere bien. Puedes entender que un local prefiera a una banda tributo antes que a un grupo original. La recaudación manda. Lo que no entiendo es que esa misma gente luego acuda a festivales a escuchar a bandas que le gustan pagando un pastizal por ellas. ¿Donde queda nuestro espacio? ¿Estamos condenados a pagar siempre por poder tocar?

Hace unos años en festivales del país vecino veías escenarios dedicados a bandas emergentes. Era una forma de acercar a esas bandas a un público más amplio. De ahí descubrí auténticas joyas. Hoy en día eso se ha perdido. Veo carteles de festivales con algún grupo amigo sí, pero como siempre, en poca cantidad. 


Es posible que me encuentre próximamente en el Marisquiño junto a uno de la organizadora del evento del que os hablé antes. Escucharemos a bandas suaves repartir sus interpretaciones gráciles y delicadas. Gritaremos “I love you” al cantante de turno y volveremos a nuestro mundo donde la rutina del canibalismo volverá a dejarnos fuera.

La conclusión es obvia. O hay unión o el rock en nuestra ciudad seguirá siendo un mercado sumergido donde tienes que sacrificarte a los Dioses diez discos después para darte cuenta de cómo funciona el business. Luego presumimos que somos una potencia. Potencia con alas cortadas. Os lo vuelvo a decir, no es una cuestión de ser buenos o malos, las buenas palabras que recibe nuestro grupo las tomo con mucha normalidad. No me siento mejor con ellas pero se agradecen. Lo que no me tomo con normalidad es la embriaguez con la que dejamos que la música fluya hacia un mercado que respeto pero tremendamente excluyente. Eso es un contrasentido que choca con la esencia de la propia música. La apuesta actual es siempre a lo seguro. ¿No te aburres?

Esto son reflexiones personales. Aunque hable de mi banda no hablo en nombre de ella. Lo digo por el tema de la política. Ya me entiendes. “Paz y buen rollo hermano”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario