Hace una semana cerca de mi casa
hubo una fiesta popular. El primer día de noche, actuaron bandas de rock duro,
heavy. Hubo gente que protestó. No lo entiendo les dije. Tienen derecho a tener
su espacio. Se lo curran para ello. ¿Todo tiene que pasar por orquestas y
pachanga? Después pon Cadena Dial si quieres y pregúntate si esos grupos tan
molones tuvieron su primera experiencia en fiestas parecidas.
Escribir estas palabras me
produce una sensación amarga. Son muchos años que llevamos metidos en esto de
la música. Estos años me han enseñado que importan una mierda lo bueno que seas
como músico (no es mi caso), que importa una mierda que la música que hagas con
tu banda sea un truño (viva la riqueza de la lengua) o no, que poco importa que
seas guapo o guapérrimo. La música en sí misma al final no deja de ser política.
Todo acto humano es político. Seas onanista o no al final tienes que llevarte
bien con los demás, incluso contigo mismo.
Mi autoestima sigue en un punto
de equilibrio sano por suerte. Es decir, me importa muy poco los palos que la
banda ha recibido este año. Ojo, me importan muy poco porque detrás de ellos
solo veo política y pocas razones que ataquen a la esencia misma de la banda,
su música. Respetando los gustos dispares de nuestra sociedad aquellos que nos
han ignorado por omisión o por sencilla falta de aprecio por nuestra propuesta
solo me transmiten una falta de educación importante. No importa. No tenemos
nada que ofrecerles (hoy) y ellos seguramente nada que ofrecernos (mañana). Aún
en ese caso, si se dieran las circunstancias para volver a contactar en el
futuro nuestra respuesta sería educada. “Contigo no trabajo ni de coña porque
me has demostrado lo poco profesional y persona que eres”. Directo sí, clarito.
Revancha dirás. No. Ser consecuente. No es lo mismo.
Escucho a muchos decir que “la
política no vale para nada, no importa”. Parvo, eres parvo si piensas eso. La
política es necesaria. No la veas como aquella lejana a nosotros, de traje y
sobres B / C. Me refiero a la política de calle. A la que hace conectar a las
personas y con ello a sus propuestas. Da igual que toques con un dedo y tus
gritos atraigan a las gaviotas como si de una película de Hitchcock se tratase.
Aunque fuera así, sinceramente, lo respetaría porque no soy quien de juzgar la
propuesta de uno u otro. Me podrá gustar o no pero ahí me quedaría. El problema
es otro bien distinto. El problema viene por el sectarismo endofágico.
Te preguntarás el motivo de este
desvarío. Sencillo. Quitando honrosas excepciones de nuestra comunidad, tocar,
llevar al público nuestro disco es sencillamente complicado. Si no tienes
promotora, manager o a Tony Montana de padrino, tocar rock en nuestra comunidad
nos ha resultado difícil. Repito, hay excepciones. Gente profesional que lleva
mucho tiempo en esto y que nunca nos han dicho que no. A todos ellos que nos
conocen mil gracias. Eternamente agradecidos.
Pero por otro lado nos
encontramos con otros que independientemente de nuestra propuesta se mueven por
otras cuestiones. El negocio es el negocio. Eso lo entiende cualquiera. Ahora
bien, los grandes grupos / autores nacionales o internacionales no han surgido
por suerte solo de “Operación triunfo”. Esos grupos comenzaron desde abajo como
nosotros, empeñando dinero hasta donde no te puedes imaginar. El tiempo y la
ilusión son gratis. Parece que muchos que están metidos en la “escena” han
olvidado esto.
La apuesta por las bandas de aquí,
conocidas por muchos, está llena de piedras. Todo te lo tienes que currar tú.
No hay apoyo de ningún tipo salvo el que surge del hermanamiento entre ellas. Hemos
tocado con infinidad de bandas de todo tipo de estilo. Eso no importa porque
nos une la música. Hemos tocado con gente de diferentes lugares y no ha habido
ni barreras idiomáticas ni de otro tipo porque nos une la música. Sin embargo,
ya aquí, en el planeta Galicia te encuentras con centenares de barreras que
tienen a la música como telón de fondo pero que en realidad se resumen en la
política de calle de la que os hablaba anteriormente. Caer bien a unos u otros.
Os pondré un ejemplo aunque no
guste. Teníamos una fecha para un bolo al aire libre. Finalmente no se celebrará
porque según la organizadora cuyo nombre prefiero omitir dice que “somos muy
duros”. Que te digan esa memez cuando no eres precisamente un Slipknot de la
vida tiene su guasa. Lo curioso es que hace unos años tocamos en ese mismo
lugar con gran éxito de público. Parece ser que el gusto musical de Vigo se ha
suavizado en este tiempo o es que no hemos sido diplomáticos (desde la ironía).
No importa que te rechacen en un
garito para tocar. Si lo hacen con educación y con claridad se digiere bien. Puedes
entender que un local prefiera a una banda tributo antes que a un grupo
original. La recaudación manda. Lo que no entiendo es que esa misma gente luego
acuda a festivales a escuchar a bandas que le gustan pagando un pastizal por
ellas. ¿Donde queda nuestro espacio? ¿Estamos condenados a pagar siempre por
poder tocar?
Hace unos años en festivales del
país vecino veías escenarios dedicados a bandas emergentes. Era una forma de
acercar a esas bandas a un público más amplio. De ahí descubrí auténticas
joyas. Hoy en día eso se ha perdido. Veo carteles de festivales con algún grupo
amigo sí, pero como siempre, en poca cantidad.
Es posible que me encuentre próximamente
en el Marisquiño junto a uno de la organizadora del evento del que os hablé
antes. Escucharemos a bandas suaves repartir sus interpretaciones gráciles y
delicadas. Gritaremos “I love you” al cantante de turno y volveremos a nuestro
mundo donde la rutina del canibalismo volverá a dejarnos fuera.
La conclusión es obvia. O hay unión
o el rock en nuestra ciudad seguirá siendo un mercado sumergido donde tienes
que sacrificarte a los Dioses diez discos después para darte cuenta de cómo funciona
el business. Luego presumimos que somos una potencia. Potencia con alas
cortadas. Os lo vuelvo a decir, no es una cuestión de ser buenos o malos, las
buenas palabras que recibe nuestro grupo las tomo con mucha normalidad. No me
siento mejor con ellas pero se agradecen. Lo que no me tomo con normalidad es
la embriaguez con la que dejamos que la música fluya hacia un mercado que
respeto pero tremendamente excluyente. Eso es un contrasentido que choca con la
esencia de la propia música. La apuesta actual es siempre a lo seguro. ¿No te
aburres?
Esto son reflexiones personales.
Aunque hable de mi banda no hablo en nombre de ella. Lo digo por el tema de la
política. Ya me entiendes. “Paz y buen
rollo hermano”.
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